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miércoles, 8 de junio de 2011

4) DISCERNIMIENTO DE ESPÍRITUS y 5) HIEROGNOSIS

4)     DISCERNIMIENTO DE ESPÍRITUS y 5) HIEROGNOSIS


4)     Discernimiento de espíritus


1.        Noción.Consiste este fenómeno -en el sentido en que lo tomamos aquí- en el conocimiento sobrenatural de los secretos del corazón comunicado por Dios a sus siervos (61).  Dios da esta gracia a quien quiere y cuando quiere; y a veces no sólo la concede para utilidad del prójimo, sino también para provecho de quien la recibe (62). Nada tienen que ver con ella las disposiciones naturales, ni siquiera el grado de santidad alcanzado por el alma.

1.           Casos históricos.—Han sido mucho los santos que han gozado de esta gracia.  Los más conocidos son Santo Tomás de Aquino, San Felipe Neri, San José Supertino, el Venerable Olier, San Francisco de Paula, San Cayetano, San Andrés Avelino, San Juan de Dios y, sobre todo, Santa  Rosa de Lima y el Santo Cura de Ars.  En nuestros días se cuentan hechos muy notables de discernimiento realizados por la célebre estigmatizada Teresa Neumann.

Por vía de ejemplo, vamos a citar algunos casos relativos a San Juan Bautista Vianney (Cura de Ars, que poseyó este don en grado eminente. Los tomamos de su historiador, Trochu, que recoge casi siempre sus datos de los procesos de beatificación y canonización (63).
            <<Un joven de Lyón… se había confesado con el Cura de Ars. De repente, el Santo le detuvo:--Amigo, no lo has dicho todo.—Ayúdeme usted, Padre; no puedo recordar todas mis faltas.--¿Y aquellos cirios que hurtaste en la sacristía de San Vicente?—Era exacto>>
            <ß¿Cuánto tiempo lleva usted sin confesarse? (preguntó un día el santo Cura a un pecador empedernido que le enviaron).—Oh!, cuarenta años. –Cuarenta y cuatro años, replicó el
Santo.  El hombre sacó un lápiz e hizo una resta en la pared. –Es mucha verdad, confesó llanamente.  Este pecador se convirtió y murió siendo muy buen cristiano>>(p.593).
            <<Una mañana, durante la misa del Cura de Ars, una señora se presentó con los demás fieles a la sagrada mesa. Dos veces pasó el santo Cura por delante de ella sin darle la comunión.  A la tercera vez; --Padre mío, le dijo en voz baja, usted no me ha dado la comunión. –No, hija mía; usted ha tomado algo esta mañana. —Entonces acordóse la señora de que al levantarse había tomado un poco de pan>> (p.585).
Podríamos multiplicar indefinidamente los ejemplos. Dos cosas es interesante notar en el caso del santo Cura de Ars: 1.ª El Santo no suponía ni adivinaba los secretos del corazón o las disposiciones de sus penitentes, sino que las veía por una gracia especial de Dios: <<Leo en su interior como si la hubiese confesado toda la vida>>, dijo el mismo Santo a una persona que se confesaba con él por primera vez.  2.ª  La institución no era en él continua; lo más frecuente era

(53)  P. NAVAL, o.c., n.273.
(54)  Cf. Subida II,18-20.
(55)  Cf. Subida II, 21,4.
(56)  Cf. BENEDICTO XIV, O.C., 1.3 C. ÚLT, N.8
(57)  P. CRISÓGONO,  Compendio de ascética y mística p.215 (1a. ed.).
(58)  P. CRISÓGONO, ibid.
(59)  Cf. MEYNARD, o.c., t.2 n.332.
(60)  Cf. MEYNARD, o.c., n.333.
(61)  Cf. I-II. III,4.
(62)  Cf. CARDENAL BONA, De discr. Spir. C.2§ 2.
(63)  TROCHU, Vida del Cura de Ars  4.ª ed. c.26

Podríamos multiplicar indefinidamente los ejemplos. Dos cosas es interesante notar en el caso del Santo Cura de Ars: 1. ª El Santo no suponía ni adivinaba los secretos del corazón o las disposiciones de sus penitentes, sino que las veía por una gracia especial de Dios: <<Leo en su interior como si la hubiese confesado toda la vida>>, dijo el mismo Santo a una persona que se confesaba con él por primera vez.  2. ª  La institución no era en él continua; lo más frecuente era que aconsejase los medios dictados por la prudencia humana. Más aún: a veces no se daba cuenta él mismo de que estaba profetizando: <<En cierta ocasión—dice el P. Tocanier—hícele a quema ropa esta pregunta: -Señor Cura, cuando ve algo sobrenaturalmente, ¿debe ser sin duda como un recuerdo? –Sí, amigo mío, me respondió. Así, por ejemplo, una vez dije a una mujer: --¿Es usted quien ha abandonado a su marido en el hospital y se niega a volver a juntarse con él? --¿Cómo sabe usted esto?, replicó ¡Yo no he hablado con nadie! –Me sentí sorprendido que ella; pensaba que antes me lo había contado todo>> (p.571).

2.           Explicación del fenómeno. —Vamos a establecer algunas conclusiones para proceder con orden y claridad.
Conclusión 1.ª   El conocimiento cierto e infalible de los secretos del corazón es completamente sobrenatural; y no puede ser alcanzado por la naturaleza humana ni por el demonio.
Decimos el conocimiento cierto e infalible para distinguirlo de un mero conocimiento probable y conjetural, que podrían tenerlo los ángeles y los demonios y aun los buenos psicólogos, como veremos en seguida.
Es evidente: como ya hemos dicho más arriba, el santuario de nuestra alma—el entendimiento y la voluntad—permanece inaccesible a todas las fuerzas creadas.  Santo Tomás niega el conocimiento de los secretos de los corazones incluso a los ángeles buenos, a menos de una revelación especial de Dios (64).

Conclusión 2.ª  El conocimiento sobrenatural de los secretos del corazón pertenece de ordinario a la gracia gratis dada <<discretio spiritum>>, según la clasificación de San Pablo.
Aunque de suyo la discretio spiritum se refiere más bien a la distinción entre el bueno y el mal espíritu, entre los verdaderos y falsos profetas, entre los movimientos de la gracia y los de la simple naturaleza—como ya vimos al estudiar la clasificación paulina--, sin embargo, llegada a su plenitud, muestra también al descubierto los afectos íntimos del alma, las intenciones del corazón y los movimientos buenos o malos que lo impulsan.
      Y precisamente  porque se trata de una gracia gratis dada puede en absoluto encontrarse en las almas imperfectas y aun pecadoras, tales como Balaam, y aquellos a quienes alude el Señor cuando dice que muchos profetizarán en su nombre y no les reconocerá por suyos (65). Sin embargo, de hecho, esta gracia sólo se concede ordinariamente a los santos, y precisamente la santidad de vida será el mejor criterio para juzgar de su sobrenaturalidad.
La vida depravada es una señal. Casi infalible de que está siendo uno juguete o víctima de Satanás más que instrumento transitorio de Dios.
      El Cardenal  Bona expone admirablemente  esta misma doctrina en su famosa obra—que ha venido a ser clásica en la materia—De discretione spiritum.
Además, la profecía pertenece al entendimiento, mientras que la caridad reside en la voluntad. Pero como para profetizar se requiere que el alma sea elevada a la contemplación de las cosas espirituales, y la vida desordenada es un obstáculo a esta elevación, Dios no suele dar ordinariamente este don sino a almas santas. La expansión de la luz sobrenatural para poder ejercer el discernimiento de los espíritus pide la tranquilidad del alma y la paz interior, que no pueden encontrar en un hombre abandonado a los vicios y agitado por los afectos terrenos y mundanos.


(64)  Cf. I,57,4.
(65)  Cf.  Num.22 y Mt 7,22-23

La bondad del alma—viene a decir el insigne autor (66)no es necesaria a la profecía—y dígase lo mismo del discernimiento de los espíritus, que se reduce a ella como especie al género—si se considera la raíz interior de esta bondad, que es la gracia santificante.  La razón es porque la profecía se da para utilidad de la Iglesia, como las otras gracias de esta naturaleza; mientras que la caridad tiene por objeto unir a la propia alma con Dios. Por eso pueden separarse estas dos gracias. Además, la profecía pertenece al entendimiento, mientras que la caridad reside en la voluntad. Pero como para profetizar se requiere que el alma sea elevada a la contemplación de las cosas espirituales, y la vida desordenada es un obstáculo a esta elevación, Dios no suele dar ordinariamente este don sino a almas santas. La expansión de la luz sobrenatural para poder ejercer el discernimiento de los espíritus pide la tranquilidad del alma y la paz interior, que no pueden encontrar en un hombre abandonado a los vicios y agitado por los afectos terrenos y mundanos.

Además, la profecía pertenece al entendimiento, mientras que la caridad reside en la voluntad. Pero como para profetizar se requiere que el alma sea elevada a la contemplación de las cosas espirituales, y la vida desordenada es un obstáculo a esta elevación, Dios no suele dar ordinariamente este don sino a almas santas. La expansión de la luz sobrenatural para poder ejercer el discernimiento de los espíritus pide la tranquilidad del alma y la paz interior, que no pueden encontrar en un hombre abandonado a los vicios y agitado por los afectos terrenos y mundanos.   
Más aún: como dice Suárez, esta gracia no suele concederse a la virtud mediocre. Es patrimonio casi exclusivo de la santidad encumbrada. La excepción, sin embargo, es posible (67).

         Notemos, finalmente, que la discreción de espíritus—lo mismo que las restantes gracias gratis dadas—no se recibe en el alma de una manera constante y habitual, como la gracia santificante.  Cada uno de sus actos sobrenaturales supone, por consiguiente, una iluminación nueva. Sólo Cristo Nuestro Señor tuvo estos dones de una manera habitual y permanente (68).

Conclusión 3.ª: El conocimiento conjetural de las disposiciones de nuestra alma no rebasa las fuerzas naturales de los ángeles (buenos o malos) ni las del hombre.

         Es evidente—en efecto—que un buen psicólogo, y aun una persona de simple experiencia en el trato con los hombres, puede barruntar con bastante aproximación los pensamientos y afectos íntimos del alma por el aspecto exterior de la fisonomía, por la expresión sensible del gesto o de la mirada, por el tono de voz, por la postura del cuerpo, etc. Todas estas conjeturas más o menos aproximadas son en sí mismas puramente naturales y efecto de una sagacidad natural o resultado de la experiencia; y a veces pueden llegar a ser tan claras e inconfundibles, que lleven al observador a una verdadera certeza moral sobre las disposiciones íntimas de la persona observada. Y si esto es posible al hombre con las simples fuerzas de su naturaleza humana, con mayor motivo o a fortiori lo será también a los ángeles y demonios.

         De todos modos, estas instituciones naturales difieren sustancialmente de las que proceden de la gracia sobrenatural del discernimiento de los espíritus. No sólo por su grado de certeza—infalible en las sobrenaturales--, sino también y principalmente por tratarse del conocimiento de las disposiciones sobrenaturales de las almas -que rebasa y trasciende totalmente el conocimiento natural- o de cosas ignoradas o inadvertidas por el mismo que las realizó, y que no podían, por lo mismo, reflejarse en su fisonomía. Ya vimos más de un ejemplo en el caso del Cura de Ars.

(66)  Cf.  De discret. Spior. C.17 n.5,7.
(67)  Cf. SUÁREZ, De gratia proleg. C.5 n.46.
(68)  Cf. II-II,171,2; III,7,7-8; CARDENAL  BONA, o.c.,  c.2 n.3.


5)       Hierognosis

1.     El hecho.—Se designa con este nombre—que significa etimológicamente  “conocimiento de lo sagrado”—el poder o la facultad que tuvieron  algunos santos, sobre todo los extáticos, de reconocer las cosas santas (v.gr., la sagrada forma, los rosarios o escapularios benditos, las reliquias, etc.), diferenciándolas inmediatamente y sin vacilación de los objetos profanos.

2.        Casos históricos (69).Se han dado de hecho muchos casos entre los santos. La Venerable Catalina Emmerich poseía esta facultad extraordinaria en grado eminente. Tanto en el éxtasis como fuera de él sabía decir a ciencia cierta lo que era sagrado o estaba bendito y lo que no lo era de entre la multitud de objetos que la presentaban.
          Santa Catalina de Siena reprendió severamente a un sacerdote que quiso hacer la prueba del fenómeno ofreciéndola para comulgar una hostia sin consagrar.
         Hechos análogos se citan en la vida de Santa Francisca Romana, Santa Ludwina y otros muchos. En nuestros días se ha producido el fenómeno en Teresa  Neumann.
        Pero el caso mejor estudiado y comprobado fue indudablemente el de la famosa extática  de Bois d’Haine, Luisa Lateau. Fue observado por gran número de eminencias médicas y teológicas de Bélgica y Francia, entre ellos el doctor Lefebre, médico de Lovaina, y el doctor Imbert, profesor de Medicina en Clermont-Ferrand, quien lo describe ampliamente, como testigo, en su interesante libro Les stigmatisées. He aquí como resumen el P. Arintero el caso sorprendente de Luisa Lateau (70):

            <<Si le presentaban una reliquia, aunque fuese de algún siervo de Dios no beatificado (como, por ejemplo de la Venerable Agreda), se sonreía con satisfacción, pronta a besarla o cogerla si se la acercaban.  Lo mismo hacia con los objetos benditos aunque tuvieran forma profana (como un anillo por ejemplo), mientras se mostraba del todo insensible para los no benditos aunque fueran imágenes sagradas.  Un sacerdote en traje laico le presenta un crucifijo sin bendecir y no le hizo impresión; se vuelve de espaldas y con su mano consagrada traza sobre  el mismo objeto la señal de la cruz, y al acercárselo ahora, muestra ella su sonrisa característica, lo que obliga a exclamar a los presentes: <<¡Ved qué realidad tan grande es la bendición sacerdotal, de que tan poco caso se hace…>> Le acerca un seglar la mano y se muestra insensible, se le acerca un sacerdote y se llena de gozo. Cuando un sacerdote la bendice, muestra gran satisfacción, sintiendo como una influencia del cielo. Cuando cerca de ella rezan, aunque sea en lengua extraña, acompaña con la expresión correspondiente a los misterios de que se trata, y si en el mismo tono de orar prosiguen leyendo cosas profanas o las mismas rúbricas del brevario, cesa esa expresión y se muestra insensible…>>

      Estos hechos impresionaron tanto al librepensador doctor Delcroix, que al fin se convirtió.  Pero he aquí el colmo de la maravilla:

            <<Un día, viniendo el señor cura de dar el viático y la extremaunción a un enfermo, le quiso mostrar la cajita de los santos óleos para ver qué reverencia les hacía. Hallábase ella en la crucifixión, como clavada en tierra; y al sentir de lejos al sacerdote que venía, pónese como por encanto de rodilla, y en esa forma iba  arrastrándose hacia él como atraída del más poderoso imán.


69)  Cf. SURBLED, La moral en sus relaciones con la medicina y la higiene p.11.a  c.16.
(70)  La verdadera Mística tradicional p.214-215.


Sospechando un obispo que allí estaba presente que en la cajita donde había sido llevada la sagrada forma quedase alguna partícula, por más que el señor cura sostenía que no, separaron  esa cajita de la de los óleos, con la cual venía, y ante esta última mostróse más sensible, sí, y de mucho más lejos que ante los otros objetos sagrados, pero sólo desde cosa de medio metro de distancia y sin referencia especial; preséntale la  otra sola, y vuelve a ser atraída de lejos como antes… Van a la iglesia, se pone el mismo obispo la estola para abrir la cajita, y se encuentra  con una partícula de algunos milímetros, que el señor cura no había visto… Purificaron bien la caja, y en vez de aquella partícula pusieron otra sin consagrar para ver si le causaba la misma impresión, percibiéndola—como alguien suponía—a través del metal y figurándose estaría, consagrada…; pero entonces la caja no le hizo ni la menor impresión, como si no existiera…
         Tales fenómenos fueron presenciados por eminentes profesores de Medicina de la Universidad de Lovaina, que tuvieron que ceder a la evidencia>>.

3.        Explicación del fenómeno.—Vamos a darla en forma de conclusiones para mayor claridad.


Conclusión 1.ª:  La Hierognosis trasciende las fuerzas de la naturaleza y no puede explicarse natural ni preternaturalmente.

Es evidente. Se trata del conocimiento de realidades sobrenaturales para las que no tiene capacidad ni proporción la simple naturaleza humana o angélica.

Lo que sí cabe perfectamente es una contraprueba en el orden preternatural. El demonio puede prestar, a su modo, un testimonio precioso que no puede pasar inadvertido. Se ha comprobado plenamente—en efecto—que así como las cosas sagradas atraen de una manera viva y misteriosa a las almas santas, constituyen, por el contrario, materia de horror y repulsión para el demonio, sus secuaces y sus víctimas. Esta propiedad sirve por lo general para confirmar los casos  presuntos de posesión y se utiliza con provecho en los exorcismos. ¿Qué hay de más impresionante que la súbita aparición de crisis de furor, rabia violenta, convulsiones desordenadas y múltiples que se producen en los posesos al solo contacto—imprevisto e inconsciente—de una cruz o rosario benditos? ¿Qué podrá haber de más adecuado para confirmar un diagnóstico cuando se dan, por otra parte, los demás designios?

Sin embargo, es preciso tomar las precauciones más severas y minuciosas para prevenir la simulación, descubrir el fraude y asegurar todo su valor a la experiencia. La Hierognosis repulsiva no es de suyo una señal infalible, y muchos posesos no la tienen en modo alguno (71).


Conclusión 2.ª  La Hierognosis de los santos puede explicarse por cierta simpatía o      connaturalidad con lo divino, alcanzada por sus almas, transformadas en Dios, o por influencia  de una gracia “gratis dada”

El  P. Arintero, concluía su estudio sobre Luisa Lateau con esta breve y sencilla conclusión: “Luisa es un maravilloso estesiometro de lo sobrenatural, única realidad que para ella durante sus éxtasis existe (72).

(71)  Cf. SURBLED, I.c.
(72)  Cf. La verdadera mística tradicional p.215.—Sabido es que el estesiómetro es un aparato inventado por los modernos psicólogos para medir la sensibilidad. 

Es un hecho psicológico—efectivamente—que a cada uno le impresiona e interesa aquello que dice relación a sus aficiones y preocupaciones, dejándole insensible todo lo demás. Es casi imposible entablar conversación en un vagón de ferrocarril con un viajero desconocido sin que al poco rato deje traslucir claramente cuál es su profesión y modo de vida; se le escapa insensiblemente el pensamiento y la palabra tras de aquello que constituye la principal preocupación de su vida. Pues algo parecido ocurre en los santos. Ya no viven sino de lo sobrenatural: todo lo demás les deja insensibles e indiferentes. ¿Qué mucho que esta disposición psicológica, llevada al paroxismo en los grandes místicos, llegue a producir el fenómeno de la Hierognosis como algo espontáneo y connatural al estado de sublime sobrenaturalización alcanzado por sus almas transformadas?  He aquí de qué manera podrían llegar a ser—como dice el P. Arintero—verdaderos estesiómetros de lo sobrenatural, capaces de registrar instantáneamente las vibraciones de lo divino.
           
Sin embargo, cuando el fenómeno se verifica tanto en el éxtasis como fuera de él, en oración o sin ella, nos parece que no basta esta simple connaturalidad con lo divino, y hay que pensar en una gracia gratis dada, reducible en la clasificación paulina, a la profecía o discreción de espíritus. El mismo P. Arintero, partidario de la connaturalidad, reconoce que Luisa Lateau sería un maravilloso estesiómetro de lo sobrenatural durante sus éxtasis. Ahora bien: ¿podría afirmarse lo mismo fuera de sus éxtasis? No nos atrevemos a negarlo, pero a nosotros nos parece preferible el recurso a la gracia gratis dada. Solamente ella podría explicarnos, además, el hecho de que no todos los santos gozaron de la Hierognosis a pesar de que todos ellos estaban íntimamente unidos a Dios y perfectamente connaturalizados con lo divino; señal evidente de que no basta esta simple connaturalización para explicar ese fenómeno—al menos en muchos casos—y de que es preciso añadir algo más, que no puede ser sino una gracia gratis dada del género de la profecía o discernimiento de los espíritus.